Dibujando Realidades
![]() |
DIBUJANDO REALIDADES (Detalle). IMPRESIÓN DE PUNTOS PARA BARILLE SOBRE PAPEL ALUMINIO. Por Dianora Pérez |
Dibujando realidades es una obra en la que se hace uso de la palabra escrita, empleando la escritura braille como sistema de impresión de puntos, para dibujarles a los invidentes una realidad de ciudad, descrita por Garmendia en el año 1959 en un texto titulado Los Pequeños Seres.
Garmendia describe la ciudad con tanto detalle que parce que la dibujara con palabras y a pesar de escribir este texto en el año 59, no puedo negar que al leerla, me parece que ver la ciudad que habito en el año 2013.
Dibujando realidades resulta una propuesta irónica, porque aun empleando la escritura para personas con impedimento de la visión, pues no se puede tocar por la fragilidad del papel en el que fue realizada. Así que pensando en invidentes la obra no fue echa para ellos y para los videntes tampoco, pues aun viendo, tampoco la podemos leer, ya que muchas veces nos limitamos a conocer lo que nos hace falta.
¡Andar! Las calles se suceden sin
tregua, disímiles, cada una dispuesta para conducir la vida que bulle en medio
de su cause. Atravesar aceras rebosantes, mezclarse a las manadas impacientes
que esperan cruzar la calle, escurrirse por entre los cuerpos que obstruyen las
esquinas. Moverse sin objeto en la estridencia y el fragor…
Al
pie de enmohecidas escalinatas hay calles turbias donde la ruina muerde las
paredes de los viejos edificios: torpes construcciones agobiadas por la penuria
y la estrechez de infinitos pasillos, tabiques y escaleras. Se asoman seres
pálidos a los balcones: mujeres
descoloridas, hombres con la camisa desabrochada que sacan a la calle el
desgano de los cuartos angostos, la soledad de las camas endurecidas, de
mohosos aguamaniles, ropas viejas y espejos techados de lunares. El ladrillo
desnudo de las azoteas se cubre de una negrura antigua y allá se resecan al sol
los objetos sin oficio, rostros de muchas cosas desechadas. Bajo los paneles de
ropa tendida prospera el hongo de los lavaderos, las grietas jabonosas, la
madera podrida, todo ello encima de tres pisos horadados por infinitos caminos
de polillas, capas de papel engrudado, lona en cielorrasos. Contra las aceras
se alinean los autobuses, los carros de viaje. Una voz agrietada vocea un
itinerario. Cruzan interiores desnudos de gestoras y agencias de pasajeros.
Mujeres llamativas en los almanaques. Tirado en la silla giratoria, los zapatos
cruzados encima de la mesa dormita un
hombre con la gorra en la cara y los pulgares en el cinturón. Cruza, bajo el
aviso ceniciento de un hotel, una mujer de cabellos pintados y tez pálida, y
arriba se escalonan los balcones con sus barandales ominosos donde se secan las piezas de ropa. Allá todo tiene
sentido de vida pasajera desarraigada, algo de lo que apenas se detiene por un
breve lapso en los cuartos untados de miseria. Existencias sin rastro
instaladas en un presente enjuto, bochornoso. O bien es el proceso monótono de
las ventanas, de los mil balcones idénticos, las geometrías insensibles de
edificios que envejecen sin nobleza. La
atmosfera agobiante de los comercios al mayor, espalda húmedas de los
cargadores, calor y suciedad en las aceras'''
Garmendia, S. (1959). Los Pequeños Seres.
Comentarios
Publicar un comentario